Yo y lo que mas amo: mi novia Cley |
Eliad para Cley
CUANDO ESTOY ENAMORADO MI ORGANISMO NO ME RESPONDE
Tenía por lo menos dos décadas que no sentía un sentimiento tan
fresco, sutil, sublime, perfecto y fuerte como el que tengo aferrado entre mi corazón,
es difícil de discernir esta situación embargable y dulce, un sentimiento que aflora contundente y
solido por mis venas alborotadas, mi cerebro encendido me golpea con sus puños
y me dice ¿Oye que te pasa, esta como loco?, sin embargo, mi reacción en cadena
no corresponde a sus golpes y solamente hace que el corazón llore como un niño,
las continuas golpeadas del cerebro van a estropear directamente su cuerpecillo
frágil y delicado.
El corazón tan pequeño y débil siente aquel castigo sin clemencia y se
acurruca entre sus brazos inerme, sin poder hacer nada y grita angustiado:
¿Porqué me golpeas Cerebro? no tengo la culpa de que Eliad Josué te este
hostigando con su sentimiento. Las
neuronas agitadas y enloquecidas no paran de infringir aquella oleada de presión
y entonces el corazón titiritando y malbaratado llora como un niño.
Los oídos se molestan de aquel berrinche y cansados de aquella melodía
chirriante y pegajosa del corazón lastimado, le amenaza diciéndole. ¿Oye y
ahora qué? ¡Silencio, cállate! ¿No sientes que me rompes el tímpano? estoy
hasta la campanilla de ti.
El corazón no para de llorar golpeado en secuencia constante por el
cerebro y el oído hastiado comienza fustigar a los ojos gritándole con energías:
¿Oye tu, ojos que hacéis? dejad de maltratarme con tu trabajo, dejad de
mirarla, cada vez que lo haces te enamoras de ella y el cerebro se incendia,
golpea al corazón y el corazón me tiene loco con su llorar desenfrenado.
Pero que dices, le contesta los ojos ¡Acaso yo tengo la culpa de todo,
tú la oyes y su voz te deslumbra, te absorbe, he visto como te duermes oyéndola
e incluso dices que son voces de campanita, de ángeles, de que se yo, atormentas
al cerebro con su música, lo incendias y hace que golpee el corazón, el corazón
llora y no me deja vivir, ¡Dejadme tranquilo! ella es hermosa, se ha adueñado
de mi iris, se plegó a mi retina y me encandiló como el sol, no puedo evitarla.
El oído se molesto tanto de aquella situación y comenzó a fustigar a
la vista con la música que hacía de las palabras que oía de ella.
Los ojos se enfermaron de aquel desenlace irónico de los oídos y le
dijo a la mano que escribía sin parar: ¡Oye mano! tu eres el culpable de todo
esta causa que nos está enloqueciendo, deja de escribir, porque si lo continuas
ejerciendo con tu estilo romántico y extremo, escribiendo que la amas, el cerebro se
seguirá incendiando y golpeará al corazón y el corazón continuará llorando y el
oído me hostigará con su percusión dolosa que me enceguece de pasión inexorable.
¡Cómo? Le contestó sorprendida la mano, dispense mi aclaratoria, pero
usted es el culpable señores ojos, la miran a ella con tanto deseo, ternura y
amor que me hacen escribir minuto a minuto ¡Te amo! ¿Cómo quiere que pare de
escribir si usted me incita con su preposición dominante?
Los ojos callaron un momento, después de ver y continuar atormentado como
las manos seguían escribiendo ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo! Miles de
veces sin detenerse ni un segundo, lloro
tanto de amor que inundó a los pies con su llovizna de lágrimas e hizo un
océano debajo de sus plantas dormidas.
Los pies se molestaron de estar tan húmedos y fríos que le gritaron a
los ojos. ¡Hey caballero mío! que pasa allá
arriba, tengo frío, me están matando con sus peleas, tertulias y desvaneces,
solo quiero descansar y sintiendo que le eran indiferentes pidió auxilio, vociferando
inquietudes dispersas con tanta fuerza que los demás órganos se detuvieran por
un momento a escuchar sus lamentos.
La boca que estaba sedienta por aquella visión tan hermosa que los
ojos le hacían sentir en su paladar, no quiso hablar y guardo silencio, solo
deseaba devorarse a la imagen que le presentaba los ojos y se la incrustaba
como agujas deliciosas y apasionadas entre sus papilas gustativas.
Después hubo un silencio y luego continuo la bulla, continuaron sin parar aquel ritmo enloquecido, porque un cuerpo enamorado se vuelva una locura
y ese cuerpo en descontrol es el mío, por ella, por Cley…